¿Qué quiere Netanyahu?
Los debates internos israelíes reflejan el estado de empeoramiento de la polarización y la profunda división dentro de la sociedad israelí tanto a nivel vertical como horizontal, que se intensificó con la llegada al poder del gobierno fascista de derecha
Antes del inicio de las negociaciones indirectas entre la delegación israelí y la Resistencia, el primer ministro israelí, Benjamín (Bibi) Netanyahu, se reunió con su equipo negociador, y luego la oficina del premier emitió una declaración que incluía especificaciones no compatibles con el marco general del documento, y aunque la parte palestina mostró flexibilidad, Netanyahu ciertamente se da cuenta de que rechazará sus especificaciones.
Por tales declaraciones y por fuentes cercanas a él se puede saber claramente que el jefe de Gobierno se niega a poner fin a la guerra, a retirarse del cruce de Rafah y no acepta el regreso de los combatientes al norte de la Franja de Gaza.
Netanyahu anunció claramente que el acuerdo aceptado le permite a “Israel” “liberar” a los prisioneros y lograr los objetivos de la guerra, incluida la eliminación de la Resistencia, lo cual fue considerado por muchos círculos israelíes como evidencia de sus esfuerzos para frustrar el acuerdo y empujar a la Resistencia a renegar de la "flexibilidad" mostrada hacia la propuesta israelí/estadounidense.
Los líderes de la oposición, las familias de los prisioneros y varios escritores destacados y periodistas, dirigieron duras críticas al comportamiento de Netanyahu, y también expolíticos y generales expresaron su pesimismo y escepticismo sobre las intenciones de Bibi con respecto a las negociaciones de intercambio, lo cual plantea la pregunta: ¿Cuáles son los verdaderos objetivos que busca Netanyahu?
A pesar de los nueve meses transcurridos desde el inicio de la guerra en la Franja de Gaza y del fracaso del ejército en lograr los objetivos bélicos anunciados por el gobierno de Netanyahu, este último no ha dejado de aferrarse al anuncio de no poner fin a la guerra hasta que se elimine la Resistencia y regresen los prisioneros (a lo cual llamó la victoria absoluta).
Mientras, los niveles militares y de seguridad y muchos niveles israelíes influyentes e instituciones, como la elite política, centros estratégicos y de investigación, los principales partidos de oposición, los medios de comunicación y la mayoría del público israelí, según diversas encuestas de opinión pública, además de los aliados y amigos de "Israel", consideran exagerados los declarados objetivos de la guerra, y no creen que el ejército pueda alcanzarlos, y por tanto consideran necesario reformular objetivos más realistas.
Los líderes del ejército israelí declararon clara e inexcusablemente que la Resistencia es una idea, y no se puede eliminar. Sin embargo, Netanyahu anunció más de una vez que continuará con la guerra hasta que el ejército lleve a cabo las tareas determinadas por el nivel político, y no al revés, lo cual hizo que la disputa entre el establecimiento militar y Netanyahu aflorara y se hiciera visible, sentando un precedente que no se ha registrado en guerras libradas anteriormente.
La disputa alcanzó su punto máximo cuando Netanyahu declaró que “Israel” es un estado que tiene un ejército, y no un ejército que tiene un estado. Sin embargo, ese “ejército” comenzó a temer que los cálculos personales y políticos de Netanyahu y su gobierno de extrema derecha entran en conflicto con los intereses estratégicos de “Israel”.
Los debates internos reflejan el estado de polarización cada vez mayor y la profunda división dentro de la sociedad israelí tanto a nivel vertical como horizontal, lo cual se intensificó con la toma del poder por parte del gobierno fascista de derecha y su determinación de provocar un golpe judicial que cambiaría los cimientos construidos por los fundadores de la entidad, hecho que provocó cientos de miles de manifestaciones en las calles organizadas por las instituciones del Estado profundo, y en su corazón está el ejército.
El conflicto entre la visión de Netanyahu y su gobierno fascista y la visión del ejército y las instituciones profesionales en la gestión de la guerra, y la fijación de prioridades es inseparable de la lucha por el control de la gobernanza, la toma de decisiones y la influencia.
No sorprende que la esposa de Netanyahu, Sarah, alegara que el ejército buscaba derrocar a su marido, ni las repetidas filtraciones de fuentes cercanas a Netanyahu, quienes responsabilizaron plenamente a los militares por el desastre del 7 de octubre, así como del abandono del principal objetivo de la guerra, según la visión de Netanyahu, que es eliminar a Hamas.
Esto significa que uno de los objetivos internos más destacados de Netanyahu es responsabilizar al ejército por lo ocurrido el 7 de octubre, y luego responsabilizarlo por no lograr los objetivos de la guerra y no ser coherente con su visión de la prioridad de continuar la guerra hasta eliminar la resistencia.
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Netanyahu es bueno para la evasión y la dilación. Gracias a su dominio de este método, parece que sigue ganando tiempo a través de las negociaciones de intercambio de prisioneros y sus múltiples rondas, la última de las cuales es la ronda actual.
Sin embargo, el nivel de presión que se ejerce sobre él en la ronda actual parece mayor que antes, especialmente la presión interna, en la cual el ejército y sus diversas herramientas han comenzado a desempeñar el papel principal, porque buscan poner fin a la guerra lo más rápido posible con el pretexto de liberar a los prisioneros, pero además quiere detener la guerra de desgaste que lo ha agotado y erosionado en varios frentes, especialmente en el sur y el norte.
Tampoco quiere hundirse más en las arenas de Gaza y rechaza los objetivos de la extrema derecha que busca volver a ocupar Gaza y establecerse allí.
La estrategia de ganar más tiempo que persigue Netanyahu logra una serie de objetivos para él. Por un lado, el frente de guerra sigue ardiendo en varias etapas, lo cual lo mantiene en el poder y preserva su coalición de derecha. Por otro lado, continúa negociando el acuerdo de intercambio sin llegar a un resultado, lanzando así la pelota a la canasta de la Resistencia y responsabilizándola del fracaso del acuerdo.
Ahora el juego de Netanyahu ha quedado expuesto en círculos hostiles a él, incluidos el ejército, la oposición y el público.
Los resultados de las últimas encuestas de opinión pública revelaron que alrededor de dos tercios de los israelíes creen que Netanyahu está prolongando la guerra por razones políticas y personales, y la mayoría del público israelí apoya llegar a un acuerdo para intercambiar prisioneros incluso si el precio es poner fin a la guerra. El cambio en la opinión pública israelí se debe a los mensajes difundidos por el “Ejército” sobre el curso de la guerra y el deseo de ponerle fin, y los riesgos estratégicos de convertir la guerra en una larga batalla de desgaste, la prioridad de liberar a los prisioneros, y las pérdidas sufridas, y debido al sentimiento general israelí de impotencia y frustración debido al fracaso en liberar a los prisioneros a través de la presión militar y la larga duración de la guerra, y por otras razones, tales como los efectos económicos de la guerra y el miedo al estallido en el frente libanés, la disputa con la administración estadounidense y el declive de legitimidad israelí al nivel internacional.
Netanyahu quiere que la guerra continúe indefinidamente para lograr sus objetivos personales, políticos y estratégicos. Prolongar la guerra le aleja el espectro de los comités de investigación y la posibilidad de culparlo por el fracaso del 7 de octubre, y lo mantiene en el poder durante el mayor tiempo posible, preserva su coalición gobernante y mantiene su cohesión y su control sobre el partido Likud.
Esta intención de convertir la guerra en un estado semipermanente también es consistente con su visión estratégica de reforzar el control de seguridad sobre la Franja de Gaza y Cisjordania, y quizás más tarde el sur del Líbano, como se corresponde con la visión de sus aliados en la coalición gobernante, pero eso, estratégicamente, contradice los criterios del ejército, la oposición, las élites y diversas opiniones profesionales, además de las políticas de la Casa Blanca y la comunidad internacional.